Opinión
Para ilustrar la separación física e ideológica existente en Europa tras la Segunda Guerra Mundial se acuñó el término Telón de Acero. A un lado estaban los países alineados con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, por otro, aquellos países del bloque comunista afines al Pacto de Varsovia. Gracias a la caída del muro de Berlín en 1989, la apertura de fronteras en países como Hungría y la reunificación de las dos Alemanias a principios de los años 90 del siglo XX, el término pasó a ocupar únicamente los libros de Historia. Hasta hoy, resucitado gracias a las recientes declaraciones de la canciller alemana, Ángela Merkel.
Curiosos "espiando" a través del muro de Berlín. |
Fruto de la escalada de acontecimientos y revelaciones de los últimos meses, la líder demócrata-cristiana ha propuesto crear una red de comunicaciones europea que proteja los datos personales de los países del viejo continente de miradas indiscretas por parte de los servicios de inteligencia norteamericanos. ¿Y a quién ha dirigido en primera persona dicha propuesta? A Francia, con quien todo germano comparte antagonista natural, léase "los anglosajones de ambos lados del océano".
En los últimos meses se ha sucedido una serie de filtraciones y noticias varias sobre la actividad de los servicios secretos de Estados Unidos, gracias a las revelaciones de la web Wikileaks y las del ex trabajador de la NSA, Edward Snowden, que hizo públicos documentos clasificados como alto secreto sobre varios programas de la NSA, incluyendo los programas de vigilancia masiva PRISM y XKeyscore, en relación al espionaje a gobiernos extranjeros, propias de la época más dura del mismísimo Telón de Acero.
A parte de la colaboración activa en dichos programas de empresas como Google, Microsoft y Facebook con las agencias de seguridad norteamericanas, se ha conocido recientemente que la NSA y la CIA incluso tenían intervenido el teléfono de diferentes presidentes de gobierno, entre los que se encontraba la mismísima Merkel.
A parte de la colaboración activa en dichos programas de empresas como Google, Microsoft y Facebook con las agencias de seguridad norteamericanas, se ha conocido recientemente que la NSA y la CIA incluso tenían intervenido el teléfono de diferentes presidentes de gobierno, entre los que se encontraba la mismísima Merkel.
Militares instalando una concertina. |
La propuesta de la canciller, que puede bautizarse como el embrión de un nuevo Telón (en este caso) de Cobre, pasa por crear una red de comunicaciones propia (¿europea?) que evite que para intercambiar información por Internet o para enviar un mensaje de correo electrónico, haya que pasar por el otro lado del Atlántico, con lo que eso supone (ahora se ha hecho patente para la opinión pública, no tanto para los mentideros de la IT, claro).
Al fin y al cabo no carece de lógica geopolítica que una vez destapado el pastel, Merkel, prefiera que los europeos nos espiemos los trapos sucios en casa, y que todo quede a este lado del telón, o sea, de su lado del telón.
La creación de una nueva red es viable y permitiría gestionar Internet dentro de Europa obligando a Google, Twitter y otras compañías que mueven prácticamente el 90% del volumen del tráfico de Internet, a almacenar los datos de sus usuarios en servidores y equipos situados en el viejo continente y a regirse por las leyes europeas sobre anonimato y privacidad de datos. Esta nueva red de comunicaciones europea enlazaría con el resto de Internet global únicamente cuando se precisara de comunicaciones internacionales. Bonito, ¿verdad? Y caro.
Infografía que ilustra el cableado de fibra submarino que recorre el mundo. |
Por suerte, y por desgracia, Europa se ha desvinculado del avance tecnológico hace mucho tiempo. Casi todo lo que usamos se diseña y programa en USA, y si es hardware, se construye en Asia, lo que nos convierte, por arte de birlibirloque, en los más espiables del mundo. A ver quién es el valiente que se pone ahora a desarrollar un mercado tecnológico en Europa, con el poco suelto que nos queda en los bolsillos.
La idea, no obstante, sigue siendo algo descabellada y complicada, no solo por las inversiones y los años necesarios para poder llevarla a cabo; por encima de todo, se precisa negociar con esas grandes compañías de Internet americanas antes citadas y conseguir la aprobación y consenso de Estados Unidos para modificar la actual infraestructura de Internet. Y eso si que es chocar contra un muro, no de acero o cobre, sino de puros intereses contrapuestos.
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